Algo tienen los números redondos que nos fascina. Supongo que de alguna manera nos proporcionan tranquilidad espiritual: parecen representar una tarea completada. El 0, redondo en todos los aspectos y que tan inútil nos parece en la niñez, se vuelve con el tiempo algo muy significativo, y cuantos más roscos aparecen en una cantidad, más perfecta nos parece.
La cifra de 1.000.000 tiene además asignada por nuestra querida RAE una palabra con encanto. Y con fonética, que diría un antiguo compañero: un millón. Suena poderoso; tiene punch. A nivel contable, no creo que 1.000.000€ sea una facturación mucho mejor que 999.999€. Probablemente sea incluso peor, por lo que he podido escuchar, por temas fiscales o la palabra técnica que aplique en su lugar. Sin embargo, qué distinto suena: un millón. El hombre del millón de dólares, no de los novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve. Hace un millón de años, no hace novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve.
Hablaba un poco más atrás de una tarea completada. Las tareas van cambiando sobre la marcha, normalmente. Refinándose. Nunca fue un objetivo para Duacode facturar cifra semejante, aunque al acercarnos, pasó a serlo oníricamente. Cualquiera que haya empezado un negocio habrá fantaseado alguna vez con ello, digo yo. Seguro que para Amancio Ortega, su primer millón -de pesetas, en su caso- fue un hito importante. En sentido emocional, más que otra cosa. Ahora, probablemente, uno de euros no le haga más que cosquillas.
Duacode. 2023. 1.000.000€ facturado. Sin ser, como decía, propiamente un objetivo, sí que proporciona una mística satisfacción a todos los que hemos puesto un granito de arena en la montaña. Suena a tarea completada, vuelvo a decir. Aunque la tarea no haya terminado, sino sólo el año de marras. Seguimos en marcha, y ojalá que con esta misma velocidad de crucero.
Un millón de gracias a TODOS los que lo habéis hecho posible. Y próspero año 2024. Nos veremos a la orilla del mar.